Quizá muchos de vosotros os hayáis realizado esta pregunta, y como cuando uno compra o vende algo, la perspectiva es diferente según el momento.
Cuando compras algún producto, justo en el momento previo del a compra, nuestro instinto nos hacen pensar que vale menos del precio que vamos a pagar por ello. Sin embargo, un segundo después de haber hecho la compra, tenemos la sensación de que ese producto, ya de nuestra propiedad, vale algo más de lo que hace un segundo habíamos pagado y cuyo precio nos parecía sobrevalorado.
Y ahora que los datos parece que son el nuevo combustible tras la famosa frase “data is the new oil”, ocurre algo similar: mis datos valen más que los tuyos. ¿Por qué? Si me dejáis ser directo y con cierto ánimo provocador, la respuesta es sencilla: porque lo dice el dueño de los datos, no porque realmente en esos datos haya realmente algo de valor.
La primera cuestión interesante a analizar sería ¿quién es el dueño de los datos?. En mi carrera profesional me he encontrado con diversas empresas que solo por ser los fabricantes de los productos que vendían entendían que los datos que recogían de los mismos una vez en manos de sus clientes también les pertenecían. Y lo decían con una seguridad asombrosa.
Al preguntarles sobre un posible contrato de cesión de los datos o similar, las respuestas se volvían más difusas. Y el caso es que salvo acuerdo explícito, los datos pertenecen al dueño de la máquina que los genera. A partir de aquí, el dueño de los datos los puedo compartir o ceder con otras empresas para la prestación de servicios, garantías, etc.
¿Quién es el dueño de los datos?
El cualquier caso, esa pelea por la propiedad de los datos, se genera porque nos estamos aferrando a los datos de nuestros negocios como si fueran un tesoro. Incluso se cierran puertas a colaboraciones y se tira dinero y tiempo en reuniones y propuestas absurdas, por el mero hecho de ser propietarios de los datos y garantizar su anonimato y confidencialidad más extrema (incluyendo situaciones en las que se están cediendo datos que ni siquiera son de su propiedad).
Aunque no se haga nada con ellos, aunque solo se almacenen y consuman energía y espacio en algún cloud o servidor, cuantos más datos se tiene, más sentimiento de poder emanan algunas compañías. Hasta el punto de echar por tierra oportunidades verdaderamente interesantes por la privacidad de esos datos y por imposibilitar colaboraciones al no compartir esos datos. Es más, son muchas los proyectos estratégicos de las empresas que tienen como fin recopilar datos. Nada más. El fin es almacenar. Luego ya se verá para qué.
¿Cuánto valen entonces realmente los datos? Pues la respuesta más acertada quizá sea reformular la pregunta porque la cuestión correcta no es esa. Quien se esté haciendo esa pregunta, probablemente esté algo perdido en esto de la transformación de los negocios hacia entornos más digitales, donde los datos pueden tener algún valor. La pregunta correcta podría ser la siguiente: ¿Qué puedes hacer con los datos o para qué sirven tus datos?
Porque los datos no son una moneda con la que compras o vendes productos y servicios, los datos son una herramienta. Una herramienta con la que puedes alcanzar diferentes objetivos, pero si no tienes los objetivos claros, tus datos no valen nada. Cero. Así de sencillo.
Los datos son una herramienta. Si no tienes objetivos claros, tus datos no valen nada.
Es más, si no tienes esos objetivos claros, tus datos no solo no valen, sino que te cuestan dinero. Esto es, su valor es negativo, y cuanto más tengas, mayor es el gasto que producen así que menor valor te aportan.
Por lo tanto, si quieres conocer qué valor tienen tus datos, piensa en objetivos concretos, medibles y tangibles que puedas conseguir con ellos y éstos serán los que darán valor a tus datos.
Alberto Conde Mellado