La eterna duda y cada vez más habitual pregunta de ¿qué debería estudiar mi hij@? o ¿en qué me debo formar para garantizar mi futuro profesional? no dejan de sonar a nuestro alrededor. Y es que a nadie sorprende ya el hecho de que la transformación digital lleve una asociación directa a la transformación del trabajo, y el cambio que va a experimentar éste en un futuro inmediato.
En plena revolución industrial y con cada vez más artículos e informes relacionados con esta temática, como son los publicados por McKinsey Global Institute report o el presentado por el World Economic Forum, The future of jobs 2018 que nos adelantan que, por ejemplo, en 2022 prácticamente la mitad de las tareas que realizamos a día de hoy en el sector industrial serán ejecutadas por máquinas, es inevitable pensar en cómo debemos afrontar una realidad cada vez más cercana. La tecnología avanza y la digitalización pone a nuestra disposición herramientas que están cambiando las reglas del juego. Muchas de las tareas realizadas por humanos se realizan ya hoy en día por máquinas y/u ordenadores de forma mucho más eficiente y rentable. Esta es una realidad a la que no podemos dar la espalda.
Por tanto, para afrontar esta situación, las habilidades en el mundo laboral van a tener que cambiar. De hecho, para el año 2022, las habilidades requeridas para realizar la mayoría de los trabajos habrán cambiado significativamente. Capacidades computacionales y analíticas, así como todas aquellas competencias tecnológicas se cotizarán alto en el mercado laboral.
Sin embargo, existen otras capacidades que no solo no se van a ver afectadas por la digitalización, sino que la propia transformación hará triplicar su valor: Las capacidades humanas, las llamadas soft skills, las que verdaderamente marcarán la diferencia. Capacidades como son la comunicación, el trato personal, el liderazgo y la negociación se demandarán al alza. Al fin y al cabo, hablamos de habilidades que no podrán ser sustituidas por un robot, debido precisamente a que están totalmente ligadas a la naturaleza y emoción humana.
Además, estas capacidades nos ayudarán a asimilar los cambios de esta transformación de una forma flexible y dinámica, de forma que podamos adaptarnos a los nuevos escenarios de futuro de una forma eficiente. Y es que las personas que dispongan de estas habilidades son las que ayudarán a mejorar las competencias sociales en las organizaciones. Estos perfiles influenciarán e impulsarán el cambio necesario en la cultura interna de las compañías, orientándolas hacia una organización ágil y dinámica, perfectamente preparada para afrontar los retos de la transformación.
Al fin y al cabo, llegamos a la conclusión de que, una vez más, lo realmente importante y lo que marcará la diferencia a la hora de afrontar el trabajo del futuro y el cambio de paradigma que se avecina, será la ACTITUD frente a la APTITUD.
Oihana Mendizabal