Hace unas semanas, mientras explicaba que xabet nacía con el objetivo de ayudar a las empresas en su Transformación Digital, observé un gesto de desgana en alguna de las personas allí presentes. Y no pude evitar en el fondo, sentir lo mismo en mi interior.
Y es que cada vez son más las empresas que dicen dedicarse a eso de la Transformación Digital, a ayudar a las empresas en su proceso de digitalización, incluso en digitalizarlas al completo. Todas dicen ser expertas en la Transformación Digital, en la digitalización, la Industria 4.0, o como queramos llamarlo.
No podemos negar que la Transformación Digital es trending topic. Si analizamos el término en google trends por ejemplo, vemos claramente que el interés en este término es exponencial en los últimos años.

Incluso hemos llegado al punto de “prostituir” el término de Transformación Digital, y lo peor de todo, sin saber siquiera lo que significa. Y es que si preguntamos a un grupo de 10 personas por lo que entienden por Transformación Digital, será difícil encontrar dos definiciones iguales.
Sin embargo, y tras un largo tiempo participando en proyectos de implementación de tecnología en empresas industriales, tengo claro que Transformación Digital va más de Transformación que de Digital. Lo que antes era mejora continua, excelencia operativa o Lean Management, es hoy en día Transformación. Y digital es simplemente el apellido que lo hace atractivo, maximizando el impacto gracias a las nuevas tecnologías.
Seguro que todos podremos afirmar que las compañías siempre han buscado, buscan y seguirán buscando la mejora de su competitividad. Una mejora que, efectivamente, en este caso vendrá de la mano de la tecnología digital, que además hace que podamos estar observando escenarios que hace 20 años eran impensables (nuevas oportunidades de mercado y cambios en los modelos de negocio convencionales). Y es que la tecnología digital avanza a gran velocidad. Una velocidad que sin embargo, parece difícil de digerir desde el punto de vista estratégico, y sobre todo cultural. Hablamos de la cuarta revolución Industrial y seguimos en la primera barrera para afrontar el cambio, las personas. Además, la obsesión por la tecnología nos hace olvidar la unidad de medida universal de la competitividad de las empresas, el euro. El para qué y el cómo. Y es que un mal proceso digitalizado, sigue siendo un mal proceso.
Por tanto, hablamos de la transformación cultural y estratégica necesaria para la competitividad futura, la rentabilidad, que vendrá habilitada por las nuevas tecnologías digitales. Y tras esta reflexión, esperamos cambiar la desgana por la acción.
Oihana Mendizabal